"Hay dos caminos; uno es la vida y otro es la muerte, y si vives en la muerte, entonces debes estar muerto. Y si vives en la vida, entonces debes vivir. El camino que tu corazón decide, hace que vivas."
martes, 14 de junio de 2011
Filipo no cree en Dios, pero admira a la Iglesia Católica
Obra: Filemón Escóbar reconoce que los sacerdotes hacen cosas que la izquierda deja de lado.
“Siempre fui ateo y lo seguiré siendo”. De esa manera, Filemón Escóbar inicia El Evangelio es la encarnación de los derechos humanos…, una respuesta a los ataques del MAS: la Iglesia Católica y su lucha por la recuperación de la democracia, su quinta y última obra.
Editada por Plural, es un resumen de la historia de las luchas sindicales y populares contra las dictaduras y toda forma de opresión durante los 60 años precedentes. Pone de manifiesto la valentía de los religiosos para acoger y proteger a los perseguidos por los tiranos.
El trabajo será presentado este viernes desde las 19.00 en la Asociación de Periodistas.
“Mi pellejo lo conservo gracias a la Iglesia: ellos no se identificaron con el comunista o el trotskista, sino con el ser humano. ¡Qué gran conciencia de solidaridad! Mil gracias padres, y por eso salgo en defensa de la Iglesia, porque la conozco por dentro”.
Filemón Escóbar, “Filipo”, nació en Uncía y a sus 21 años fue elegido secretario de Cultura del Sindicato Minero de Siglo XX. Inició así una carrera sindical y política que lo llevó a ser militante y dirigente de la Federación de Mineros y de la COB.
“Todos los medios de comunicación, radio, televisión y prensa escrita, durante más de cuatro años, han reproducido en sus titulares los ataques despiadados de los actuales Presidente, Vicepresidente, ministros y algunos parlamentarios contra la Iglesia Católica y, en particular, contra el cardenal Julio Terrazas y el arzobispo Tito Solari (…) Todos ellos no tienen ningún respeto a los que lucharon por la democracia y que, gracias a ello, ahora disfrutan del poder”. Es otro de los párrafos que justifican esta obra.
HISTORIA DE UN ENCUENTRO. “Caí preso en enero de 1967, durante la dictadura de Barrientos. En marzo se habló de la presencia del Che Guevara en Bolivia. Me figuro que el Gobierno ya sabía del foco guerrillero y apresó a toda la izquierda. Más de 50 dirigentes estuvimos confinados en Puerto Rico”.
Escóbar recuerda que después de la muerte del comandante guerrillero, el 8 de octubre de 1967, los confinados fueron trasladados a la cárcel de San Pedro.
“Filipo” se casó mientras era un preso político y Barrientos murió en Arque en abril de 1969.
Los detenidos fueron puestos en libertad y, poco después, encontró en una calle al sacerdote Mauricio Lefebvre, a quien había conocido en Siglo XX. “Me dijo que nos iban a tener unos 15 días en libertad y nos iban a volver a detener. Me propuso ir a una mina autogestionaria en Quime. Me fui junto a otros cuatro compañeros a la mina Qory Campana. El cura nos recordó que había fundado la carrera de Sociología de la UMSA. Habló con los estudiantes de esa universidad para que trabajen en la mina autogestionaria. Cuando alguien se accidente, el estudiante de Medicina pasará como médico. En el emprendimiento, el que sea ingeniero también será obrero”.
Lefebvre fue asesinado el 21 de agosto de 1971, cuando estalló el golpe de Estado de Banzer y auxiliaba a un herido.
“Murió Barrientos y abandonamos ese proyecto. Volvimos a las minas de Catavi y de Siglo XX. Sobrevino el golpe de Ovando contra Siles Salinas y formó un buen gabinete con Marcelo Quiroga, Alberto Bailey, Mariano Baptista Gumucio y otros. Se nacionalizó la Gulf, se reincorporaron los mineros presos sin perder antigüedad y se aprobó la Fundición de Vinto”.
Se lamenta de que en ese proceso de defensa de los recursos naturales irrumpieran dos focos guerrilleros: Teoponte y el de la Unión de Campesinos Pobres (Ucapo) liderado por Óscar Zamora Medinacelli.
El movimiento Iglesia y Sociedad en América Latina (ISAL) prestó apoyo a los sobrevivientes del movimiento de Teoponte.
Entonces sobrevino el golpe de Estado de Rogelio Miranda contra Ovando. Corría octubre de 1970. “Discutimos en la COB si íbamos a la huelga general indefinida. Con mi voto, ganó esa posición por 41 votos contra 40. Fue una paralización extraordinaria. Nunca vi algo así. Hasta los cafés y los cines pararon en La Paz. Fue el inicio de la Asamblea Popular y llevamos al general Torres de presidente”.
Escóbar califica como un error no haber aceptado la propuesta de Torres para que la COB ocupara la mitad de los cargos del gabinete ministerial. Fue el segundo, dijo, y dio lugar a la dictadura de Hugo Banzer.
“El primero fue el año 64. Dijimos que cualquier cosa era preferible a que el doctor (Víctor) Paz siga en la Presidencia, y dimos lugar a la dictadura de René Barrientos y las masacres de 1965 y 1967”.
LA VIDA EN UN CLAUSTRO. Durante cuatro de los siete años del régimen dictatorial de Banzer, Escóbar se refugió en el colegio Juan XXIII de Cochabamba. Se escondía bajo el alias de “Don Lucho”. Durante ese tiempo fue protegido del sacerdote Pedro Basiana y de la Iglesia Católica.
“De ahí pasé a la Colonia Piraí, de Santa Cruz, que albergaba a muchachos delincuentes. Como eran menores y no podían estar presos, los enviaban a la Colonia. No conozco muchachos más inteligentes que los delincuentes juveniles. Los exámenes eran pruebas de montar caballo sin montura y arrear 30 cabezas de ganado. Se medía el tiempo de ordeño de vacas, cómo cuidar las grandes camadas de lechones sin que mueran. En otro plano, se estudiaba matemáticas, física… O sea, las materias eran secundarias a la acción del hombre con la vida cotidiana”.
De manera paralela, en el colegio Juan XXIII, los religiosos tomaban pruebas de inteligencia a los jóvenes de escasos recursos. Los mejores, independientemente de su nivel de instrucción, eran becados.
“De allí egresaron un famoso oculista que no ha olvidado sus raíces y ayuda a las personas de escasos recursos, un conocido analista político, Leopoldo Fernández y otras destacadas autoridades municipales y nacionales”.
¡Qué izquierdista hace esto por la gente pobre!
El sacerdote salesiano Antonio Berta aplicaba otro programa pedagógico en la Ciudad del Niño de Cochabamba. Era común que recibiera niños abandonados, inclusive de pocos días, a quienes acogía en un ambiente especial que tenía 10 cunas.
Los infantes eran atendidos por seis empleadas expertas en la crianzas de recién nacidos.
“Soy testigo de cómo una niña y tres niños, a quienes vi tomar leche, gatear, caminar, aprender a leer, egresaron como técnicos medios. Qué izquierdista hace eso por la gente pobre. ¡Qué mierda hacemos nosotros por esa gente! Eso hace la Iglesia Católica. Reeduca a los menores delincuentes y da escuelas para los muchachos inteligentes pobres”.
Berta falleció hace cuatro años y fue sepultado en ese mismo lugar, al pie de un árbol que cultivó con paciencia y amor durante mucho tiempo.
La obra está dedicada a Gregorio Iriarte y Roberto Durette, dos oblatos que vivieron la represión militar en la piel y dieron cobijo a los perseguidos. Menciona a Julio Terrazas, porque su acción impidió un baño de sangre en el Chapare durante el Gobierno democrático de Banzer y a todos los religiosos comprometidos con la fe y su servicio a los demás.
Para destacar
El exdirigente defiende a la jerarquía eclesiástica de los ataques del Gobierno.
La lucha de los religiosos permitió abrir el espacio democrático que se vive en el país.
Jorge Jové
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